viernes, 28 de noviembre de 2008

La compasión




“Si una espina me hiere, me aparto de la espina pero no la aborrezco”.

Amado Nervo



Iba a desarrollar una reflexión, partiendo de lo que me había sugerido esta cita, pero recordé que tenía guardado este extraordinario texto de José María Doria, extraído de su libro Inteligencia del alma, con cuya argumentación coincido plenamente. Deseo que os “toque”.
“Cuando nuestro ego se siente herido por la violencia ajena, intenta impedir que ablandemos nuestro deseo naciente de venganza. Son momentos en los que tan sólo centramos la atención en el dolor y la frustración que nos ocasionó la ofensa. Es un tiempo en el que nuestro ego clama compensación y justicia sobre este planeta. Pero si esta primera reacción de odio continúa y uno no trabaja para resolver el brote de aversión, se corre el riesgo de anquilosar un sentimiento que, con el paso del tiempo, se convierte en rencor que amarga el alma. Un sentimiento que a nada ni a nadie beneficia, sino que más bien perjudica al que lo emite y, tarde o temprano, lo bloquea y lo enferma.

El problema está en la pérdida de la justa medida. Sucede que el egocentrismo nos coloniza, armando de corazas a la herida egoica y bloqueando la entrada de la comprensión y una mirada de los hechos más profunda y amplia.

Afortunadamente, la evolución humana ha conquistado una capacidad única en la vida planetaria. Se trata de poder ponerse en el lugar de cualquier ser y, tras procesar sus conductas y motivaciones, comprender el juego y despersonalizar la ofensa. ¿Sigue usted "odiando" al perrillo que le asustó o a la serpiente que le mordió la pierna? La serpiente tiene su programa y al igual que cualquier ser vivo procesa sus percepciones en ese cerebro básico que sobrevive, se defiende y reacciona. Cuando logramos comprender la mente del otro, aunque rechacemos el hecho y nos defendamos de sus maneras, ocurre que vaciamos nuestro corazón de rencor hacia el agresor y sus ofensas.
El comportamiento de nuestro enemigo también está sujeto a procesos mentales que activan sus defensas. Sus acciones odiosas, a menudo, proceden de improntas de la infancia e interpretaciones subjetivas de amenaza. En la vida de los seres humanos existen diferentes niveles de consciencia. Desde los más jóvenes y primarios, que se desenvuelven en una banda de miedos y deseos, hasta los más lúcidos y evolucionados que actúan por Valores e insospechados procesos de Amor y de Gracia.

Si usted todavía siente tensión y rencor hacia la figura de alguien que todavía su mente no suelta, recuerde que su enemigo es un ser humano con las debilidades y dolores que para todos la vida conlleva. Cada persona, por prepotente y segura que parezca, tiene su cuota particular de sufrimiento, sus contradicciones y debilidades, sus noches de dolor y sus propias tormentas internas. Su enemigo también sufrió abandonos y también los demás ofendieron a su persona. Algún día se sintió herido pero todavía no sanó a una conciencia más lúcida y despierta. Tal vez, su corazón busca, entre tensiones y nieblas, una paz que perdió y que no encuentra. Un ser que, como a todos los humanos que hacemos la campaña de la vida, le toca aprender en su propia carne las consecuencias dolorosas de sus ofensas.

La vida es más justa de lo que parece y, tarde o temprano, todos aprendemos a discernir que uno, en algún nivel y en alguna medida, cosecha lo que siembra. Permítase usted compasión hacia la criatura que todavía no dispone del regalo de una conciencia atenta y despierta. Aunque no apruebe su conducta, comprenda sus procesos y reconozca las grandezas y miserias de su alma”.


La compasión no es piedad, sino comprensión.