jueves, 26 de febrero de 2009

La ociosidad, raíz del malestar


Hace unos días, estuve haciendo unos trámites en un organismo oficial que parece no tener una actividad productiva continuada. A las personas que trabajaban allí se les veía bastante apáticos; alguno de ellos, al menos, estaba leyendo un libro. No les culpo, en absoluto, porque la estructura en la que se encuentran está diseñada de esa forma, y supongo que no era ese el tipo de vida que soñaban (o quizá sí; no deja de ser una valoración mía) cuando decidieron opositar para tener algo “seguro”. No obstante, incluso en un puesto de esas características, que no demande tu energía y atención, puedes permitir que vuele tu imaginación y hacer mucho por ti.

Al salir de ese edificio, unos albañiles estaban bromeando entre ellos, silbando y quedando para dejar un rato el tajo y tomar el “bocata”.

En el edificio, cada funcionario tenía su mesa, su ordenador, su espacio de dominio y... ¿su vacío? En la calle, los otros trabajadores parecían disponer del universo entero.

“El ocio representará el problema más acuciante, pues es muy dudoso que el hombre se aguante a sí mismo”.

Friedrich Dürrenmatt