viernes, 3 de abril de 2009

Cuando el sentido de la vida es la generosidad


Me fascinó un documental en el que, Muhammad Yunus, el banquero de los pobres, fundador del Grameen Bank y Premio Nobel de la Paz, relataba cómo su único sueño era la erradicación total de la pobreza. Comenzó prestando 27 dólares, de su bolsillo, a cuarenta y dos habitantes de una aldea de Bangladesh. En su libro, El banquero de los pobres (Paidós), conocemos sus objetivos y los obstáculos que tuvo que superar:

“Su solución a la pobreza en el mundo, fundada sobre la creencia de que el crédito es un derecho humano fundamental, es de una brillante simplicidad: presten dinero a las personas pobres, fomenten una serie de principios financieros sensatos que regulen sus vidas y ellas se ayudarán a sí mismas”.

Esta teoría económica y humanitaria ha funcionado: ha proporcionado más de 2.500 millones de dólares en micropréstamos a más de dos millones de familias. La mayor parte de los clientes son mujeres, y el índice de reembolso de los préstamos es casi del 100%. Este modelo está imitándose por muchas partes del mundo.

Ayudar es querer hacerlo. Lo demás son excusas.