martes, 29 de septiembre de 2009

Creo en la telepatía



Nunca me había planteado pensar en sucesos como la telepatía, ya sabéis, la facultad de comunicarse psíquicamente mediante percepciones extrasensoriales, pero ahora me sucede con ciertas personas, incluso en la distancia o, como es el caso, en la cercanía.

Como cualquier grupo de amigos con intereses comunes, hace tiempo que nos intercambiamos libros o nos pasamos reseñas de aquellos que consideramos nos aportan algo interesante para nuestra vida. Pues bien, hace unas horas he experimentado una sensación indescriptible en la que la sensibilidad estaba a flor de piel, mientras comentábamos alguno de esos intercambios.

Una de mis incondicionales amigas se quejaba de algunos dolorcillos que no la permitían estar a gusto, así que le dejé el libro La reconexión, con la intención de que descubriera su propio poder sanador. Ayer otra gran amiga me dejó un libro sobre meditación, cuyo título ya apacigua, El placer de meditar. Por otra parte, le había prestado yo El silencio habla, porque quería algo profundo pero ligero, y consideré que la estructura de la obra, llena de espacios en blanco para textos de tan honda literatura, le resultaría adecuada. A su vez, ella acababa de pasar por mi área de trabajo y, de entre todos los libros de la estantería, había sacado “al azar” uno que tenía olvidado y que se ciñe a lo que preciso especialmente ahora para determinados proyectos.

Digo que creo en la telepatía porque, en cuestión de diez minutos, se ha producido un encuentro en el que cada una de nosotras exponíamos la experiencia con esos regalos de amigas en forma de palabras curativas y, simultáneamente, he sentido una fusión completa de nuestro pensamiento y nuestra energía.

Gracias, Caro, y Raquel, por estar siempre (omito “que os necesito” porque ni siquiera eso es preciso) y por Ser, libres de apegos y plenas de generosidad. ¡Muacks!