sábado, 3 de octubre de 2009

Educar para la felicidad


Estos días, como veis, estoy más parlanchina, pero todo lo que voy escribiendo corresponde prácticamente al mismo tema: emprender, perseguir tus sueños y disfrutar de tus dones. Ahora, que me he despertado antes de lo normal, me apetece compartir con vosotros una reflexión que, de lo contrario, hubiera quedado aprisionanda entre mi cabeza y la almohada… :-)

Aunque muchas veces sentimos que nos equivocamos como padres, y seguro que lo haremos (pero recordemos aquello de lo “terrible” de equivocarse de una de las anteriores entradas…), creo que esos pequeños esfuerzos que todos hacemos por comprenderles y ayudarles van dando sus frutos. En enero de este año publiqué esta entrada: La música, puente entre generaciones, una de las que más me gustan, y que me surgió de lo más profundo. En ella cuento cómo mi hijo sacó mi vieja guitarra del trastero, la limpió, la puso las cuerdas y la afinó. Es imprescindible que leías esta entrada, clicando en el título o AQUÍ , para sacarle el jugo a la que ahora he escrito.

Pues bien, desde entonces he ido comprobando cómo perseguía su anhelo, tocando su bajo, empapándose de tablaturas, adecentando el local en el que ensayan..., hasta que un buen día fue reclamado por otro grupo musical, distinto al inicial, formado por chavales con algo más de experiencia que él. Este verano dieron su primer concierto, entre otros cuantos grupos del pueblo (me encanta ver que la juventud tiene inquietudes que van más allá del botellón). Mientras les escuchaba, con el vello de punta, pensaba en la importancia de alentar sus aficiones y respetar el enfoque que quieren dar a su vida, siempre que tengan un objetivo (lo mismo sucede en su desarrollo académico y profesional; no me cansaré de repetir la importancia de dejar que elijan lo que les haga felices, sin pensar en las famosas “salidas”, que luego pueden ser encerronas. De eso hablaré en otra entrada, porque tiene “miga”. Si están centrados en lo que desean, ellos mismos encontrarán las salidas a su medida).
Me siento orgullosa de haberle alentado con mi ejemplo, en el sentido de que si te enfocas hacia algo que te apasiona con entusiamo puedes conseguirlo, y da igual el éxito social, si para ti ya lo es. Cuando veo su evolución con el bajo, siento que lo de menos son los discursitos que haya podido darle, porque ellos se abstraen hasta llegar a derivar tus palabras en un “bla, bla, bla”, sino el mensaje que les trasmites cuando comprenden que tu esfuerzo e ilusión te han llevado a ser más feliz. Lo importante es lo que ven, y si por algo me gusta haber evolucionado es porque, al igual que tantas personas que lo van haciendo (entre ellas vosotros, porque de lo contrario no aguantaríais mis “charletas” :-), estamos preparando el terreno para que las generaciones que nos siguen confíen en que las cosas pueden ser de otro modo, que hay más vida que las crisis y las pandemias, y que ellos tienen en sí mismos el mayor de los tesoros, el de su infinita energía para continuar siendo lo que fueron al venir a este mundo: seres de luz, completos y felices.
(Ahora sólo me queda preguntarle a mi hijo si me permite poner una foto del concierto. Si no aparece hoy… ¡es una señal de que ya me estoy pasando de ponerle en el punto de mira! ;-).