viernes, 30 de octubre de 2009

Zapatero, a tus zapatos

(No, no me refiero aquí a José Luis Rodríguez... :-) Me aburre la política, tal y como está hoy día planteada, aunque bien podrían aplicarse los políticos lo que os cuento ahora).

Es fundamental aplicar la inteligencia emocional en la convivencia, porque influye definitivamente en que las cosas vayan bien o mal. Y eso ocurre en todos los niveles, desde las relaciones personales hasta las que tienen lugar en los negocios, en los hogares, en las naciones... El torpe manejo de las cosas que nos (con)mueven puede llegar a desencadenar nada menos que guerras en las que, partiendo de decisiones majaderas, que provienen de barullos emocionales, se llega a escenarios desastrosos.

Pongo un simple ejemplo de "andar por casa" (nunca mejor dicho, porque las protagonistas de este relato son unas botas):
Observaba esta mañana el deterioro de los tacones de mis botas preferidas y he pensado en llevarlas al zapatero para ver si puedo sacarles algo más de rendimiento. Mientras las metía en una bolsa, he reflexionado sobre el carácter de mi zapatero y he pensado en que, dependiendo de mi forma de abordarle, el resultado podría ser bien distinto:

OPCIÓN A:

- “Mira, traigo estas botas con el tacón pelado, pero creo que si les aplicas un tinte, tal vez pueda seguir usándolas”.

- “Que va, estas botas están para tirarlas”.
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. Mi entrada denota falta de educación y ausencia de respeto por su profesión, porque voy a lo mío, sin saludarle y anticipándole lo que debe hacer, sin contar con su opinión de especialista.

.Su respuesta, lógicamente, no va dirigida a las botas, sino a mí :-)

OPCIÓN B:

- “Hola, buenas tardes. Traigo estas botas para que las eches un vistazo, pero me da a mí que están para tirarlas”.

- " Buenas, sí, no creo que te duren mucho según las traes".

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. Al menos, he saludado, y, por eso, él me corresponde. Sin embargo, con la negatividad y desconfianza que quiero dejar el encargo, así se me devuelve.

. No le doy opción a expresarse, porque prácticamente le dicto la solución. Así que obtengo exactamente lo que he proyectado yo. ¡Y luego decimos que nos hacen esto o aquello…!.

OPCIÓN C:

- "Buenas tardes, Paco. Traigo estas botas para que me des tu opinión de experto sobre lo que podría hacerse con ellas porque quiero darles un poco más de uso. Las tengo mucho cariño, además de que no está la cosa para tirar nada".

- "Buenas tardes, Concha. Pues no, no estamos para tirar. Creo que podríamos ponerles una pieza y seguro que te duran un añito más".

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. Le saludo, dirigiéndome a él por su nombre, y así me responde él, amablemente. Le solicito su opinión de experto, porque realmente él es quien sabe sobre ello. Le informo de los motivos por los que aún no las he tirado.

. Así que se eleva su autoestima, porque se ve necesario y, además, empatiza conmigo al confiarme a él personalmente en los motivos de mi petición.

Con la opción C salgo satisfecha, con el problema resuelto.

El zapatero, reforzado y con trabajo.

Es un simple ejemplo, pero tratad de trasladarlo a cualquier otra situación de trato o convivencia, veréis como no cambia mucho la esencia del asunto. Cuando hay confianza, las cosas son algo diferentes, porque ahí juega un papel importante la lucha por el poder de la razón. A ello me referiré en otra entrada.

Prometo añadir a esta entrada el desenlace… incluso, aunque no haya dado con la opción adecuada :(- . ¡Yo lo que quiero es recuperar mis botas!