jueves, 26 de noviembre de 2009

La televisión, o el “trance inducido”


Hace tiempo teníamos proyectado, una amiga y yo, elaborar una programación de televisión totalmente distinta a la actual, con la finalidad de que esa ventana abierta a tantas personas emitiera algo de luz. Habíamos pensado en programas, informativos, series e, incluso, concursos que despertaran, en lugar de adormecer, y en los que se potenciara la cara buena de las personas y del mundo.
Tengo que revisar aquel primer borrador, que no sabíamos muy bien cómo encaminar, porque desconocemos ese campo, pero que partía de muy buenas intenciones. Lo dejamos porque teníamos otros asuntos que acaparaban nuestra atención, y no se puede estar a todo, aun más con algo tan ambicioso. Pero no lo descartamos. Ahí está. Me ilusiona, al menos, intentarlo en algún momento, aunque las barreras con las que nos encontraríamos quizá nos desilusionaran.
Lo cierto es que no sé si nosotras, pero algo hay que hacer con la televisión. Cada vez es más común escuchar: “Como la tele es un rollo, me pongo a leer” (algo hemos ganado, entonces) o “Me aburre y me voy pronto a la cama”. Pero, en realidad, hay demasiada gente (niños, y es una pena) “tragándose” todo lo que pongan y, por tanto, dejándose manipular.
Pero no voy a seguir argumentando sobre ello, porque mi exposición quedaría pobre comparada con la de este texto, extraído del libro Un nuevo mundo ahora, del maestro Eckhart Tolle. Es un poco largo, pero merece la pena leerlo para saber por qué caemos por debajo del pensamiento, en lugar de elevarnos sobre él:
Televisión
Ver la televisión es la actividad de ocio (o, más bien, inactividad) favorita de miles de personas en todo el mundo. El estadounidense medio, cuando llega a los sesenta años de edad, ha pasado quince años mirando una pantalla de televisión. En otros muchos países las cifras son similares.
A mucha gente, ver la tele le resulta “relajante”. Obsérvate con atención y verás que cuanto más tiempo pasas pendiente de la pantalla, más se reduce la actividad pensante, y durante largos periodos, estás mirando el programa de entrevistas, el concurso, la serie cómica e incluso los anuncios, sin que en tu mente se genere ningún pensamiento, o casi. No sólo no te acuerdas ya de tus problemas, sino que te libras temporalmente de ti mismo, ¿y qué va a ser más relajante que eso?
Entonces, ¿Es que mirar la tele crea espacio interior? ¿Hace que estés presente? Por desgracia, no. Aunque tu mente puede estar largos periodos sin generar ningún pensamiento, se ha conectado a la actividad pensante del programa de televisión. Se ha conectado a la versión televisiva de la mente colectiva, y está pensando sus pensamientos. Tu mente está inactiva, pero sólo en el sentido de que no está produciendo pensamientos. Sin embargo, está absorbiendo continuamente pensamientos e imágenes que llegan a través de la pantalla. Esto induce a un estado pasivo, como de trance se susceptibilidad intensificada, no muy diferente de la hipnosis. Por eso se presta a la manipulación de la “opinión pública”, ya que los políticos y los grupos de interés, así como los anunciantes, lo saben y pagarán millones de dólares para pillarte en ese estado de inconsciencia receptiva. Quieren que sus pensamientos se conviertan en tus pensamientos y, por lo general, lo consiguen.
Así que cuando ves la televisión la tendencia es a caer por debajo del pensamiento, no a elevarse por encima. La televisión tiene esto en común con el alcohol y algunas otras drogas. Aunque proporciona cierto alivio del peso de la mente, también pagas un alto precio, la pérdida de conciencia. Al igual que esas drogas, tiene también un fuerte carácter adictivo. Coges el mando a distancia para apagarla y, en lugar de eso, empiezas a recorrer todos los canales. Media hora, o una hora después, sigues mirando, sigues cambiando de canal. El único botón que tu dedo parece incapaz de apretar es el de apagado. Sigues mirando, generalmente no porque algo interesante te haya llamado la atención, sino porque precisamente no hay nada interesante que ver. Una vez que te has enganchado, cuanto más trivial, y menos interesante sea, más adictiva resulta. Si fuera interesante, si incitara a pensar, estimularía tu mente para que volviera a pensar por sí misma, que es algo más consciente y preferible a un trance inducido por la televisión. En ese caso, tu atención ya no estaría totalmente cautivada por las imágenes de la pantalla.
El contenido del programa, si tiene algo de calidad, puede contrarrestar, en cierta medida, y a veces deshacer, el efecto hipnótico, aturdidor, del caso televisivo”.