domingo, 17 de octubre de 2010

Soy suficiente


Siempre hemos tenido muy a bien ser humildes, reconocer nuestra pequeñez, y eso, en parte, ha contribuido a que nos olvidemos de nuestra grandeza.
Los juicios de otras personas y los propios autojuicios nos han llevado a obviar nuestro gran poder, el concepto de que somos seres completos, mermando así nuestra confianza para llegar a cumplir nuestro cometido en esta vida y para ser tratados como nos merecemos. En recobrar esa confianza está el descubrimiento de nuestro esplendor y el establecimiento de relaciones sanas y duraderas.
Añado a esta idea de autosuficiencia un fragmento de mi libro Palabras para el Bienestar, del capítulo "Te quieres":
“Tú eres tu mejor amigo, pero, antes de saber que lo eres, probablemente te hayas encerrado en tu temeroso espacio sin salida o, por el contrario, hayas tratado de agradar sistemáticamente a tus semejantes, con el fin primordial de que te concedieran su cariño y su aprobación; seguro que habrás comprobado también que raramente lo conseguías de esta manera; a duras penas, ibas recogiendo un rastro de migajas de compasión; esperabas, erróneamente, encontrar tu felicidad en la respuesta de otras personas.

Por el contrario, cuando hayas sido capaz de sentirte válido, apto para quererte y digno de ser querido, el afecto y la atención de tus semejantes te habrá llegado sin forzar situación alguna, sin esfuerzo, simplemente siendo tú mismo.

Quererse no implica dejar de hacerlo con los demás. No es necesario elegir entre el amor hacia uno y hacia tus semejantes, sino que son dos hechos encadenados. Primero te conoces y aprendes a quererte, a ser respetado y, después, vas comprobando que ese “cariño propio” actúa como una especie de imán que atrae el de otras personas, incluso el de aquellas de las que jamás hubieras esperado nada”.