jueves, 1 de agosto de 2013

EL MONASTERIO



Me hospedé en él durante unos días.
Madrugué antes de que naciera el sol.
Hilvané mi siguiente libro
con algo más de cien poemas,
redactados todos en paz y amor.
Compartí mesa con “desconocidos”; 
pronto, intercambiamos vivencias.
Escuché cánticos y bendiciones.
Oré, dando gracias más que pidiendo;
 medité en conexión con el firmamento.
Observé que estoy bien conmigo, 
que soy capaz de guardar silencio,
pero que comunicar es mi vida,
y poco soy si nadie escucha mi verbo.
Sentí la serenidad en mí,
 y hube de superar algún miedo.
Supuso una prueba distinta,
de la que ya ha germinado
 el mejor de los premios,
valorar todo lo que “poseo”,
sin aferrarme con pasión a ello,
sino con la mesura y el desapego
a que me conduce el sosiego.
¿Repetiré la experiencia?
Es algo que aún no me planteo,
porque la imagen que hay de mí hoy
quizá no se asemeje a lo venidero.
Me alegro de haberlo elegido,
cumplí el reto propuesto.
Ahora sé que es fácil estar sola,
si pones la conciencia en ello.